Nuestro hermano Jesús nos mostró con su vida cuál es el gran Deseo del Padre: la presencia salvadora de su Reino entre nosotros. Jesús optó por la voluntad amorosa del Padre. Los evangelios sinópticos colocan a Jesús después de ser bautizado, en el desierto. El desierto como lugar de escucha, de encuentro y discernimiento. El desierto como el volver a iniciar, el volver a ubicarse antes de entrar en la tierra prometida. Jesús en el desierto marca el nuvo comienzo de una vida con Dios. En la experiencia del desierto, Jesús de Nazaret, ante las tentaciones opta por el plan amoroso de Dios. Es el punto de partida: aspira a un nuevo orden social de cosas, un nuevo orden económico que tenga como base la solidaridad y la caridad; un nuevo orden político, donde la corrupción no tenga cabida y se ejerza el poder como servicio; un nuevo orden religioso, donde no se cometan injusticias en nombre de "dios".
Jesús pasó haciendo el bien. Jesús presenta con su vida un nuevo paradigma, y esto lo hace ser un "hombre en conflicto". Es normal que dentro de nuestra condición humana, haya miedo a lo nuevo. De igual manera hay rechazo a aquello que no tenemos seguro y que es incierto. Del mismo modo podemos reaccionar ante aquellos que no piensa de forma similiar a nosotros y sobre todos, podriamos ser capaces de cometer las atrocidades más grandes cuando nos defraudan, nos engañas o nos cambian nuestros esquemas. La muerte de Jesús tiene su fundamento en que Jesús presentó otra forma de vivir, otra forma de religiosidad, mostró que el mundo que Dios quiere. Es por eso que se le juzga y se condena a muerte a Jesús. Un juicio religioso y un juicio político son los que llevan a la muerte a Jesús. Juicio religioso: se hace llamar Hijo de Dios, ha dicho que puede destruir el templo y recostruirlo en tres días, perdona pecados, etc. Jesús es condenado a muerte en nombre de "dios". El juicio político de Jesús, es condenado aunque no había motivo, delito para hacerlo. Pero Pilato es condicionado cuando le dicen: "si no condenas a este hombre no eres amigo del César". En el juicio ante Pilato, Jesús es condenado en nombre del poder político, del emperador; podemos decir también que fue en nombre de "dios". Jesús es condenado a muerte en nombre de los ídolos, de los ídolos que se habían hecho los poderes políticos y religiosos.
Jesús murió en la cruz, manifestó la muestra más grande del amor, entregar su vida por la humanidad, por la causa del Reino, en fidelidad a la Voluntad amorosa de Dios. Dios lo resucitó, a dignificado a su siervo Jesús.
La resurrección de Jesús es la muestra que el proyecto salvador de Dios no se quedó en algo estéril, no se quedó en la muerte. Jesús resucitó y está vivo. Este es el acontecimiento que provocó la fe de los primeros cristianos, ya que esta fe es el único hecho histórico que podemos comprobar, y ese acontecimiento que provocó dicha fe es la resurrección de Cristo. El proyecto de Dios sigue vivo, es actual, está vigente.
La presencia liberadora de Dios se sigue manifestando en nuestro mundo. Hay una fuerza que nos lleva al conocimiento del Padre y del Hijo; fuerza que nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo. El Espíritu Santo es esa fuerza de vida que nos mueve y nos conduce actualmente a la Realidad Trascendente que es Dios.
Ese mismo Espíritu es el que nos conduce a dirigir la mirada en nuestros hermanos, nos hace reconocerlos como Don de Dios, quita del corazón del ser humano todo egoísmo, envidia, maldad; y nos hace vivir en fraternidad, amando sin medida a todos. Esa fuerza amorosa de Dios que abre nuestros ojos y nuestra mente para poder cambiar nuestra realidad de muerte y desesperanza. Presencia liberadora que nos lleva a construir un mundo nuevo donde reina la justicia, la paz, el amor y el perdón.
Es el tiempo de la misericordia, es el tiempo de Dios, es el tiempo del Amor. Dios sigue actuando, poniendo su corazón en nuestra miseria. Dios es presencia y sigue actuando amorosamente en aquellos que han roto las ataduras del egoísmo y han trascendido encontrando en la mirada de su hermano la epifanía perenne de Dios.