"El Padre y el Hijo sí se ven claro que son personas -distintas y en comunicación- pero no así el Espíritu Santo, que más parece una fuerza de Dios que una persona divina, ya que parece emanar de Dios en forma de gracia, de don, de impulso o de luz, pero no como una Persona"
La mentalidad que se mueve en torno al Espíritu Santo es la que se describe a continuación:
- El Espíritu de Dios se muestra como la fuerza original que fecunda vitalmente las aguas. Pero no como una persona.
- La experiencia del Espíritu del Señor no queda objetivada, en alguien personal: se le experimenta como alegría, luz y decisión, clima comunitario, etc. No se le experimenta como se experimenta a la persona de Jesús; no se puede pensar en él como semejante a una persona humana.
- En su etimología y el sentido de la palabra "ruaj", "pneuma" o "spiritus" tiene en la culturas hebrea, griega y romana, muestran mucho más claro el concepto de "fuerza" que el de "persona", puesto que estas palabras se toman en la aceptación de: viento, respiración, vida, alma, "espíritu" creador de vida o "espíritu" inspirador.
- La Sagrada Escritura se refiere al Espíritu más bien como un sujeto pasivo, semejante a un don entregado, que como a un sujeto que tiene una actividad personal. Se presenta como una fuerza que hace hablar a los profetas, que como a uno que habla, con la excepción de Hech 13,2.
(Estos significados dan como resultado que el Espíritu puede ser considerado como una actividad vital, no racionalizada, no objetivable, es decir: no definible conceptualmente, pero real y comunicable.)
El Espíritu Santo se manifiesta como subjetividad pura, incapaz de poderse vaciar en imágenes estáticas, en conceptos adecuados, incapaz de poder ser descrito objetivamente. No es la luz que vemos sino la luz que nos hace ver, no se muestra ella misma para que la veamos, sino los objetos son iluminados por la luz que los hace ver.
Estracto de:
ROVIRA BELLOSO, Josep Maria
Tratado de Dios Uno y Trino.